Un arriero, con su vara en la mano, guiaba a dos asnos de largas orejas.
Uno de ellos, que llevaba una carga de esponjas, caminaba deprisa;el otro, con una remesa de sal, remoloneaba tras él.
Nuestros gallardos personajes caminaron por montes, valles y caminos, hasta que llegaron al río y se dispusieron a vadearlo.
El arriero montó en el asno cargado de esponjas y empujó al otro animal para que pasara delante.
Éste tropezó en un hoyo y se fue al agua, la sal se deshizo, de manera que al salir del río ya no sentía peso en la espalda.
El asno cargado de esponjas le siguió como un cordero y al meter la pata en un hoyo se zambulló hasta el cuello y , con él, el arriero y la carga.
Pero al empaparse de agua, las esponjas pesaban más que antes, y el asno no podía incorporarse y ganar la orilla.
El arriero, abrazado a él, se creyó perdido, pero alguien que pasaba por allí corrió a ayudarlo y pudo salvarse.
Moraleja: No siempre es conveniente actuar como lo hacen los demás.