Por un camino empinado, polvoriento y expuesto al sol por todas partes, seis fuertes caballos tiraban penosamente de una diligencia que iba cargada de mujeres, niños y ancianos, y los sudorosos animales resoplaban, agotados.
Una mosca se acercó a ellos y decidió animar su paso.
Picó a uno, picó a otro....., y creyendo que era ella quien los obligaba a andar, se sentó en el pescante, sobre la nariz del cochero.
Convencida de que el carruaje avanzaba gracias a ella, se afanaba de un lado a otro, como un sargente alentando a sus tropas, y se quejaba de que sólo ella trabajaba y se ocupaba de todo, sin que nadie más ayudara a los caballos a subir la pendiente. Por fin la diligencia remontó la cuesta.
-¡Ya podemos descansar!-dijo la mosca- gracias a mis esfuerzos hemos alcanzado el llano. Así que señores caballos, pagadme por mi trabajo.
Moraleja: Así, ciertas personas, muy diligentes, se entrometen en todo: pretenden ser imprescindibles cuando en realidad resultan una molestia.
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