viernes, 20 de marzo de 2009

MI OFICIO ES BENDECIR




Había una vez un cura

en un pueblo castellano

era bajo de estatura

su cabello era muy cano

y su mirada muy pura.

Pastor cuidador soy fiel

conocía sus ovejas

y su ovejas a él

con que palabras de miel

los consolaba en sus quejas.

Cuando el parroco pasaba

cuando hacía sus visitas

cuando hablaba

cuando oraba

sembraba unas margarítas

que solo Dios contemplaba.

El niño le sonreía

le suplícaba el mendigo

y el bueno le bendecía

y el malo, malo no había.

En este pueblo que dígo

de pronto, triste jornada

en una tarde enlutada

de aquél año 36

entrad en el pueblo veis

un grupo de gente armada.

El ama empieza a gritar

-Señor cura escondase

que le vienen a buscar.

-¿Y porque me he de ocultar?

si nunca a nadie dañé.

Tranquilo a su encuentro sale

y con aquel sonreír

les empieza a decír

que con lo poco que vale

él les quisiera servir.

Más sis dejarle acabar

ellos bociferan:

-Basta!! te venimos a matar

hemos jurado arrasar

con todos los de tu casta.

-¿Porque me matais?-exclamaba-

en un momento de espanto

más pronto siento la llama

con que el espiritú santo

para el martirio le inflama.

Y avanza de ellas delante

y al oirlos discutir

con que armas, en que instante

y como él al morir

le dice noble y radiante

-Hijos mios no griteís

matarme como gusteís

solo os pido por mi parte

que las manos no me ateis.

-¿Y porque hemos de atarte?

-Porque quiero con mis manos

bendeciros al morir

y perdón a Dios pedir

yo soy sacerdote hermanos

y mi oficio es bendecir.

Despues de pena y de gloria

se partía el corazón

el que miraba esa escena

unos aullidos de hiena

y enfrente, enfrente una bendición.

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